Día: 23 de octubre de 2012

LA LARGA TRAVESÍA POR EL DESIERTO…

Empezaré con el mismo párrafo con el que he iniciado un par de entradas para hablar de la situación en el partido para dejar claro que ni mi ideario ni mi posición ha cambiado. Que sigo siendo el mismo que hace un mes. Que nada ni nadie me va a hacer cambiar de opinión. Pero que tampoco me voy a callar al decir y escribir lo que pienso, porque de este modo no sería yo.

Yo. Cándido Ruiz. 30 años, hijo de militante socialista de reconocida y dilatada experiencia y trayectoria como alcalde, parlamentario, diputado nacional y presidente de la Diputación de Cádiz. Por un lado, afiliado al PSOE desde junio del 2000 (con un tiempo fuera por motivos personales. al igual que ahora). Vicesecretario local de Juventudes Socialistas durante el periodo 2001-2003. Por otro, periodista titulado desde el año 2004 habiendo ejercido mi profesión en medios tan dispares como Cadena Ser, La Voz de Cádiz, Punto Radio, Publicaciones del Sur, Onda Genil y gabinetes de comunicación. No pretendo con esto colgarme ninguna medalla ni creerme ninguna voz autorizada, solo soy un verso suelto que a veces rima y a veces chirría. Pero que tiene su propia opinión y se mantiene fiel a sus convicciones. Las que va a expresar a continuación, con la cabeza fría y midiendo bien lo que quiere expresar.

La respuesta ciudadana a los proyectos presentados en Euskadi y Galicia nos tienen que hacer abrir los ojos ante la terrible realidad. La sociedad, los votantes, nuestro electorado no nos cree. No nos respeta. No nos quiere. No nos vota. No confía en nosotros. Si ya de por si es dolorosa esta situación, aún más lo es cuando hemos venido observando como en apenas diez meses de mandato de Mariano Rajoy ha cercenado el trabajo de tantos y tantos españoles en pos de los avances sociales, los derechos de los trabajadores, el Estado del Bienestar, la educación y la sanidad pública. En gran parte, la culpa es nuestra. No se nos puedo olvidar que fue nuestro anterior Gobierno el que firmó la reforma exprés de la Constitución para asumir el control del déficit, causante, en gran parte, de la situación económica que asola a nuestra país. Ahí perdimos nuestra legitimidad como partido de izquierdas. Como referente de los ciudadanos poniéndonos al servicio de los mercados. Y también perdimos credibilidad y el respeto a la historia de nuestro partido.

De hecho, pienso que uno de los grandes problemas del partido del que, de una forma u otra formo parte, es que cada vez somos más del PSOE y menos socialistas. Y yo ahí no me reconozco. Porque ser socialista significa tener conciencia social, defender los derechos humanos, sociales y civiles, la apuesta por ecologismo y el medio ambiente, solidaridad, igualdad, libertad, integración y multiculturalidad, equidad, cooperación. Y por obrero entiendo la defensa de los trabajadores, la respuesta a sus necesidades y problemas, el atender sus demandas. Me sonroja cada vez que leo o escucho aquello de «nuevas ideas», como ayer ser refirió la Vicesecretaria General, Elena Valenciano. Las ideas son las que son. No me cansaré de repetir que lo cambia es la manera de hacerlas útiles en la sociedad del siglo XXI. Estamos en una crisis ideológica ante la que debemos pararnos y replantearnos nuestros postulados. No puede ser que estemos pendientes de los mercados sin prestar atención a lo que realmente sucede a nuestro alrededor. No, no podemos. El partido al que pertenecemos no permite eso.

Somos un partido que no es propiedad de nadie. Ni siquiera de sus miembros ejecutivos ni militantes. Nuestro compromiso social es y está con los ciudadanos y ciudadanas. Craso error olvidar esto. Ellos y ellas son la razón de ser de un partido socialista, y más ahora en esta profunda crisis ideológica que nos está llevando a alejarnos cada vez más de los postulados de izquierdas.

No podemos ampararnos en que todavía quedan unas elecciones autonómicas en Catalunya, en las que, por cierto, se espera un varapalo similar al del pasado domingo. No. No hay más tiempo ni para reflexiones ni para autocríticas. Ha llegado el momento de girar a la izquierda, ahora que hemos tocado fondo. De volver a nuestros orígenes. De limpiar la imagen actual que tenemos para los ciudadanos. Sin rémoras y asumiendo que la crítica, las respuestas y soluciones están en la calle. Que el encerrarnos con nosotros mismos para intentar solucionar el problema no cuaja. No vale ya. Solo así volveremos a hacer creíbles para los votantes. Este debería ser el camino para que nuestro discurso, nuestro proyecto y nuestras ideas volviense a calar. Entonces volveremos a ser una alternativa.

No podemos cerrar los ojos ante la realidad. Los ciudadanos nos han dicho, una vez más, que así no. Que a estos representantes del PSOE no los quieren. Sí. Otra vez. Hay que quitarse la venda de los ojos. Porque a los resultados de Galicia y Euskadi debemos sumar lo acaecido en marzo en Asturias y Andalucía. En el Principado, no lo olvidemos, gobernamos porque la derecha está fragmentada y dividida entre el personalismo de Álvarez Cascos y el PP. Y en Andalucía, por favor, que nadie nos venda como una proeza el pasar de una mayoría absoluta a perder las elecciones y gobernar en alianza con Izquierda Unida. Por mucho que las encuestas vaticinaran un sonoro batacazo. Por este motivo, las declaraciones de Óscar López, Secretario de Organización, al señalar que «de cuatro elecciones celebradas los socialistas han salido bien parados en la mitad» son insultantes para los que creemos en este partido.

El problema no es de ahora. Hay que ir más lejos en el tiempo y situarnos en mayo de 2011, cuando España se tiñó de azul. Desde entonces, estamos en caída libre, incapaz de sacar rédito a los despropósitos de Mariano Rajoy, que tienen nombre y apellidos: reforma laboral, subida de impuestos, un rescate que llegará más pronto que tarde. Lamentablemente, los ciudadanos nos ven como culpables de haber llegado a esta situación. Y, supongo, que algo tendrá que ver aquí el hecho de que Ferraz esté poblada de personas significativas en los Gobiernos de Zapatero en sus despachos, hecho que provoca un continuo retintín cuando se presenta alguna propuesta: «haberlo hecho antes, cuando podías». Quiero aclarar que esta situación, por ende, también descarta un posible pronunciamiento de Carme Chacón. Por supuesto que la descarta.

Está claro que ha llegado el momento. Que no podemos seguir por esta travesía hacia el desierto a la que vamos encaminados. Hay que marcar unas líneas que nos lleven hacia la transparencia, la tolerancia cero con la corrupción, la transparencia interna y democrática, de regeneración política, de incompatibilidad de cargos, de gestionar nuestros recursos propios. Y, del mismo modo, sentar las bases sobre los conceptos que queremos desarrollar en cuanto al modelo de Estado, una reforma del Senado que reclaman los ciudadanos, de un nuevo modelo económico, de nuestro papel en Europa. Y, lo más importante, retomar el punto de partido sobre el significado de nuestro partido, de lo que significa ser SOCIALISTA. De ser capaces de dar respuestas a las necesidades de un pueblo que no está dando, una y otra vez, la espalda sin que sepamos ofrecerles una alternativa. Solo de esta manera dejaremos esa travesía hacia el desierto.

En fin, la vida…